XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario “A” Cristo Rey: Pastor de nuestras almas

Texto evangélico

“Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria. Como un pastor separa las ovejas de las cabras, pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.”

Texto profético

Yo mismo en persona buscare a mis ovejas siguiendo su rastro. Buscaré las ovejas perdidas, haré volver las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas; a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré debidamente.

Textos sálmico

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar.

Texto patrístico

“Ciertamente que, si existen buenas ovejas, habrá también buenos pastores, pues de entre las buenas ovejas salen los buenos pastores. Pero hay que decir que todos los buenos pastores son, en realidad, como miembros del único pastor y forman una sola cosa con él. Cuando ellos apacientan, es Cristo quien apacienta” (San Agustín).

Texto místico

Mi alma se ha empleado,/y todo mi caudal en su servicio;/ya no guardo ganado,/

ni ya tengo otro oficio,/que ya solo en amar es mi ejercicio.

Y dice el pastorcito: Ay, desdichado/ de aquel que de mi amor ha hecho ausencia

y no quiere gozar la mi presencia,/ y el pecho por su amor muy lastimado!

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado/ sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos/ y muerto se ha quedado asido dellos/ el pecho del amor muy lastimado.

Consideración

¡Qué distinta es la semblanza del Señor como rey que presentan las lecturas en esta solemnidad de Jesucristo, rey del universo, de la que nos forjamos nosotros desde las categorías sociales y políticas! Ante la imagen o concepto de rey, proyectamos riquezas, poderío, agasajos, fiestas, vasallos, súbditos. Pero de Jesús, verdadero rey, las Escrituras ofrecen la imagen del Pastor bueno, de quien entrega su vida.

Erri de Luca, desde una exégesis de los términos “rey” (melek) y “pan” (man) en hebreo, afirma que las dos palabras suman el valor de 90, y concluye: “Jesús entró como rey en Jerusalén, y salió como pan”.

Ángel Moreno Buenafuente