Monseñor Barrio destaca el papel de Santiago como espacio de diálogo entre creyentes y no creyentes y dice que “la cuestión de Dios no es un peligro para la sociedad”

  • El arzobispo inaugura las XVIII Jornadas de Teología del ITC dedicadas a “La Reforma y las reformas en la Iglesia”

Monseñor Julián Barrio recordó hoy en la inauguración de las XVIII Jornadas de Teología del Instituto Teológico Compostelano (ITC), que la peregrinación jacobea, el Camino de Santiago, “sigue siendo una llamada a recuperar el contenido esencial de la antropología católica”, visión cristiana sobre el hombre que contribuyó decisivamente a la construcción de Europa. Monseñor Barrio indicó, además, que a la dimensión espiritual del Camino se une la cultural y que “en la meta de la peregrinación jacobea, se abre un gran atrio, la Plaza del Obradoiro, el lugar simbólico más adecuado para dar un nuevo impulso al encuentro respetuoso y amistoso entre personas de convicciones religiosas diferentes. “La Plaza del Obradoiro”, apuntó, “debe ser el “Atrio de los Gentiles”, lugar simbólico donde “creyentes y no creyentes reencuentren el camino del diálogo”. Dijo también que “la cuestión de Dios no es un peligro para la sociedad, no pone en peligro la vida humana, no debe estar ausente de los grandes interrogantes de nuestro tiempo”.

La inauguración de las XVIII Jornadas de Teología por parte del arzobispo compostelano -dedicadas en esta edición a “La Reforma y las reformas en la Iglesia”, coincidiendo con el V Centenario de la Reforma de Lutero-, se centró en la importancia del Camino de Santiago como eje vertebrador de la creación de Europa y el papel de la peregrinación como espacio de diáologo. Monseñor Barrio indicó que “el Camino de Santiago es un fenómeno importante que configuró el modo ser de gran parte de Europa; y ello, porque el peregrino jacobeo se convirtió en “viajero de lo sagrado” y transmisor de saberes. En este sentido, puede decirse que no faltaron nunca o casi nunca la dimensión de carácter espiritual, dado que se trataba de un viaje de conversión”.

Tras aludir a la dimensión cultural de la ruta jacobea y recordar lo que dijo San Juan Pablo II sobre Compostela, monseñor Barrio señaló que “en este horizonte, la peregrinación pasa de tener un valor simple y exclusivamente cultural e histórico a ser un valor constitutivo y constituyente de la común civilización europea. El peregrino contribuye eficazmente a la construcción de la Europa que tiene sus raíces en la tradición cristiana en cada una de sus fibras”.

El arzobispo explicó que hoy, “en medio del laicismo y relativismo, la tecnología y la electrónica, la movilidad y los viajes rápidos, la exploración del espacio y las superautopistas de la información, todo parece indicar que las personas buscan echar raíces en el suelo firme y estable de lo sagrado. Cuanto más rápidamente camina la humanidad, tanto mayor es la necesidad que siente de unos cimientos firmes. Parece que los lugares de peregrinación, y en especial el de Santiago de Compostela, responden a esta profunda necesidad antropológica”.

El arzobispo manifestó que “en la meta de la peregrinación jacobea, se abre un gran atrio, la Plaza del Obradoiro, el lugar simbólico más adecuado para dar un nuevo impulso al encuentro respetuoso y amistoso entre personas de convicciones religiosas diferentes. La Plaza del Obradoiro debe ser el “Atrio de los Gentiles”, lugar simbólico donde “creyentes y no creyentes reencuentren el camino del diálogo”.

Segundo Pérez, director del ITC,  habló de la actitud de reforma que ya existía en el seno de la Iglesia antes de la Reforma de Lutero, una realidad encarnada en España, por ejemplo, por el cardenal Cisneros. Segundo Pérez aseguró, además, que la gran reforma en la Iglesia y en cada uno de sus miembros es siempre “la conversión”, la vuelta a la fuente del Evangelio, tal y como proclama el papa Francisco. La Iglesia se renueva siempre, aseguró, porque “el futuro es de Dios y no nuestro”.

Por su parte, el coordinador de las jornadas, el profesor del ITC Benito Méndez, destacó en su intervención la importancia de celebrar conjuntamente, católicos y luteranos, por vez primera un centenario de la Reforma protestante, resaltando este hecho como un fruto del ecumenismo de nuestro tiempo.