III Domingo de Pascua: Los discípulos de Emaús

Texto profético

“Tobías salió a buscar un guía que conociera el camino de Media y lo acom­pañara. Nada más salir, se encontró con el ángel Rafael. Pero no sabía que era un ángel de Dios” (Tb 5, 4).

Texto Evangélico

“Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en per­sona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo” (Lc 24,13-15).

Texto patrístico

Durante estos días, el Señor se juntó, como uno más, a los dos discípulos que iban de camino y los reprendió por su resistencia a creer, a ellos, que estaban temerosos y turbados, para disipar en nosotros toda tiniebla de duda. Sus corazones, por él iluminados, recibieron la llamada de la fe y se convirtieron de tibios en ardientes, al abrirles el Señor el sentido de las Escrituras. En la fracción del pan, cuando estaban sentados con él a la mesa, se abrieron también sus ojos, con lo cual tuvieron la dicha inmensa de poder contemplar su naturaleza glorificada (San León Magno).

Texto místico

“Pues, si cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje” (Santa Teresa, Vida 34, 8).

Consideración

Jesús se hace el encontradizo, toma distintas figuras, reconocibles por la fe. Acompaña a los suyos, les abre el entendimiento para que comprendan las Escrituras, deja sentir su presencia en el corazón, a la vez que permite avanzar con Él sin coaccionar.

El pasaje de Emaús se puede vivir desde dos perspectivas, la primera desde la sagacidad de la fe, descubriendo la presencia del Resucitado a lo largo del camino de la vida, en muchas circunstancias y personas. La segunda, tomando nosotros la misión de acompañar a quienes se sienten desanimados, con necesidad de ayuda, de orientación, como hizo el arcángel Rafael con Tobías, y el mismo Jesús con los dos discípulos.

En todo caso, nunca ganaremos a Jesús en generosidad, como dice Santa Teresa de Jesús, pues Él es buen pagador. La mejor posada es la Eucaristía, y nuestro propio interior – Mas sé de esta persona que muchos años, aunque no era muy perfecta, cuando comulgaba, ni más ni menos que si viera con los ojos corporales entrar en su posada el Señor, procuraba esforzar la fe, para que, como creía verdaderamente entraba este Señor en su pobre posada, desocupábase de todas las cosas exteriores cuanto le era posible, y entrábase con El”, y deberemos estar atentos, no sea que por nuestra insensibilidad Él esté dentro y nosotros fuera, como diría San Agustín.

Ángel Moreno Buenafuente