En memoria del M. I. D. Juan Filgueira Fernández

Su especialidad es la teología moral. Por ello, se preocupa de la confesión como encuentro con Dios y del amor como base de la moral cristiana. Son grandes obras en este campo pienso que son los estudios de la moral de la persona y de la moral social. Publicados mientras ejercía el cargo de profesor de moral en el Seminario de Santiago.

En los tiempos anteriores al Vaticano II, la teología moral se centraba en el estudio de los mandamientos y de los sacramentos. Muy amparado todo en el derecho canónico. La renovación de la teología moral se debió al redentorista Bernard Haering, con su obra La Ley de Cristo. Entendemos que Filgueira, entre nosotros, amplió el campo del estudio a la moral social. Lo reclamaban nuestros tiempos. La empresa, salarios, impuestos, clases marginadas… Hoy tenemos la corrupción generalizada como muestra de una sociedad inmoral.

Nuestro autor pasó a ser capitular de la Catedral tras la oposición al cargo de maestro de ceremonias.

Disertó sobre la constitución del Vaticano II referida a la liturgia. Se esforzó Filgueira en dar a la liturgia de la Catedral el sentido de signo e instrumento que exige el Concilio. La procesión mitrada se organiza ahora pensando en aquellas juntanzas de los fieles en una determinada iglesia de Roma para acudir, como pueblo peregrino, a la celebración del Misterio eucarístico, donde se comienza por la oración de todos, es decir, la colecta, que hoy denominamos.

El botafumeiro, tan característico de Compostela, no es una exhibición de la grandeza del crucero y las leyes físicas del péndulo. Sino que es un instrumento de acción de gracias, solemne y comunitario; o bien, la incensación litúrgica del altar y la estancia de la comunidad.

Por todo ello, el Sr. Filgueira nos obsequió con una obra sobre el Protocolo litúrgico de la Catedral de Santiago.  Existe, efectivamente, la necesidad de ese protocolo, organización que le competía como maestro de ceremonias. Así, la apertura y cierre de la puerta santa, las ofrendas de autoridades civiles, la multitud de peregrinaciones. Todo ello requiere solemnidad, belleza, pero con la dignidad de la liturgia católica.

Filgueira ejercía con discreción. No recordamos haberle visto con el puntero de ceremonias que antecesores en el cargo manejaban ostensiblemente.

En este breve comentario queremos añadir algo respecto al martillo de plata que se fundía cada año santo para la ceremonia de la apertura de la puerta santa.

Al tercer golpe que daba el prelado, caía el muro artificiosamente levantado cerrando, para aquella ocasión, la puerta que significaba el inicio del año jubilar. Hoy, no hay esa ceremonia. La puerta se abre con llave celosamente guardada.

Pues bien. Era costumbre en la Catedral que ese martillo quedase como propiedad del maestro de ceremonias, como reconocimiento al trabajo que el año santo suponía. El Sr. Filgueira , siguiendo la buena costumbre de su antecesor en el cargo, Sr. Martínez Bretal, cedió ese martillo para el museo de la Catedral. Me parece muy bien.

Xosé Pumar Gándara